Jorge Franco es un escritor
colombiano que ya figura entre los narradores más sobresalientes de Latinoamérica,
su novela Rosario Tijeras cosechó tanto éxito que fue llevada al cine y a la
pantalla chica, luego vinieron títulos como Paraíso Travel, Melodrama, y Santa
Suerte.
Y en el mes de marzo de este
año, fue galardonado nada menos que con el Premio Alfaguara de Novela por su
obra El mundo de afuera, y cuya
dotación de 175,000 dólares no le cayó nada mal, luego de haber enviado su
manuscrito, en reñida convocatoria, con otros 871 procedentes en su mayoría de
países hispanos.
Precisamente, la editorial
Alfaguara en Perú, organizó la presentación de El mundo de afuera, en la sala Arguedas de la FIL. Y quien estuvo a
cargo de lanzarla fue el escritor y amigo de Franco, Alonso Cueto, que empezó a
reseñar brevemente la nueva novela del colombiano. Ambientada en los años 70,
en un Medellín que ya empezaba a ser convulsionado. Uno de los personajes principales
es Diego, y tiene un majestuoso castillo
fiel al estilo alemán, él vive con su esposa Dita, e hija Isolda, una niña de
cabellos dorados, muy parecida a Rapunzel, como si fuera sacada del cuento de
los hermanos Grimm. Diego en un afán de padre protector, la quiere resguardar
del mundo exterior, para que no se contamine de él. Afuera, en ese mundo, se
encuentra el Mono, un avezado delincuente que luego de observarla se encuentra
obsesionado con ella, tan etérea, como si fuera una ninfa de las mitologías.
Ante la interrogante de
Cueto, de ¿Cómo le había cogido la noticia del premio? Franco respondió que tal
noticia le sorprendió a las cinco de la mañana, mediante una llamada de Pilar
Reyes, la directora general de Alfaguara, y que seguidamente, mediante el mismo
hilo telefónico del altavoz, Laura Restrepo, con su habitual dulzura, se lo
anunció. Seguidamente, el resto del jurado hizo lo mismo.
La historia de Diego, y su
hija Isolda, no eran precisamente, ficticias. Jorge Franco le contó al público
que en Medellín él había sido vecino de un distinguido señor que andaba en limusina, y vivía en un
castillo. La leyenda urbana de esa época contaba que el distinguido señor tenía
a su hija Isolda muerta y embalsamada enfrente del piano de uno de los salones
del castillo, claro está, que solo era una leyenda, pues, Isolda estaba
enterrada naturalmente en un cementerio. Y
en el año 71 se dio el secuestro de este hombre, y la noticia sacudió a
todos, porque terminó de una manera muy trágica, precisamente, en una época en
que ya empezaba a dar sus frutos una incipiente ola de violencia en Medellín.
“Todos esos fuertes sucesos quedaron en mi memoria, y en honor a mi hija, quise
recuperar algo del estilo de la literatura infantil” afirmó Franco; fue
entonces, que Isolda creó su propio mundo, y está también esa obsesión del Mono
hacia ella, además de los personajes de la esposa alemana de Diego; y la
ladrona llamada Twiggy, que usaba pestañas tan tupidas, que formaban una
especie de estrella alrededor de sus ojos, y ella, a su vez admiraba a la célebre
Twiggy, una esquelética y andrógina modelo inglesa de los sesentas.
Franco reconoció que los
diálogos están en toda la novela, y ha sabido sentirse a gusto con ellos, y
quizá, él plague los capítulos de diálogos, por los estudios de cine que siguió
en Londres. Y como sucede en la vida misma, uno llega a conocer a la gente por
la forma cómo habla.
Seguidamente, Cueto, le
pregunta: ¿Cómo conviertes un personaje real, o inventado? Franco le responde:
en realidad, todos son inventados, por más que me apoye en personajes reales,
pues, hasta María Callas pasa por la novela, y conoce a Diego.
Finalmente, Alonso Cueto le
hizo recordar que en algunas ocasiones, ciertas personalidades le pidieron que
desista de describir las miserias de los personajes marginales de Colombia. Y
Jorge Franco sin sorprenderse, refirió que con Rosario Tijeras tuvo ese tipo de
problemas, sin embargo, dejó muy claro que él siempre tiene que contar las
fisuras y los errores que padece la sociedad que le rodea.