martes, 29 de septiembre de 2009

"LIMA...LA NO HORRIBLE"







Hablar del centro histórico de Lima, implica quizá, reseñar toda la historia que existe detrás de ella. Y aunque sería extensísimo, no dejaría de ser interesante hacer un recorrido cronológico sobre el tema, pero creo que para eso están los investigadores.
Resulta que el día de ayer, me sucedió algo interesante. Simplemente fui testigo de un singular recorrido dentro de las instalaciones de la estación de Desamparados, allí al costado de Palacio de Gobierno. Si bien no recuerdo, la última vez que visité Desamparados, fue para una exposición de arte peruano “La serpiente de Agua: La Vida Indígena en la Amazonía” que organizó la ex primera dama Eliane Karp, hace creo cinco o seis años atrás. Pero esta vez, el Dr. Yepes Del Castillo, ejecutivo encargado del lugar, nos mostraba casi todas las instalaciones internas de la antigua estación, que lucían remozadas, impecables, con una decoración clásica pero al mismo tiempo vanguardista. El objeto de la remodelación consistía en lo siguiente: próximamente funcionaria ahí mismo, una especie de museo y biblioteca literarios (La Casa de la Literatura Peruana), es por ello que sus salones, ya ostentaban datos, citas, poemas y hasta audiovisuales, de los distintos autores y autoras literarias que nuestra tierra vio nacer a través del tiempo; pero lo que más me impresionó fue ir a la parte baja de la estación, que es la que colinda con los rieles ferroviarios y con el “Hablador”, allí sencillamente nos paramos encima de un enorme tabladillo de fina madera natural, con vista al “malecón del Rímac” que desde esa perspectiva, no se veía nada mal. El Dr. Yepes Del Castillo, nos confirmó que estábamos parados sobre lo que próximamente sería un café literario, entonces, en un cerrar de ojos, me transporté por el tiempo e imaginé estar en “El jardín Estrasburgo” famoso restaurant y café limeño del siglo XIX, que funcionaba en la plaza de armas.
Honestamente creo que éste, y otros proyectos, ya ejecutados en el centro histórico, son además de interesantes, muy importantes para lograr recuperar la atmósfera cultural que caracterizaba a nuestra entrañable ciudad, aunque gris, pero monumental por donde se le mire; yo quiero a Lima, con sus distintas expresiones populares, costumbristas y étnicas, es por eso que celebro esa exclusiva pluralidad que reina en sus rincones, porque creo que esa característica, es la que la hace más rica e interesante para nosotros, y para los extranjeros que tienen el honor de visitarnos. Pero también celebro la iniciativa de autoridades y empresarios que apuestan por su ciudad, al querer recuperarla, para hacerla nuevamente la ciudad cultural que siempre fue. Allí tenemos por ejemplo la remodelada casa Aspíllaga, que hoy funciona como centro cultural de la Cancillería, recibiendo democráticamente al público, para distintas muestras y conferencias culturales, además del nuevo edificio Wiese, recientemente remodelado y en cuyo salón principal el MALI (Museo de Arte de Lima) exhibió a lo largo de varios meses, una interesante muestra con instalaciones colectivas de varios artistas. Según me contaba el joven curador Cesar Costa, que el autor del proyecto del edificio Wiese es un inversionista español, (Fernando Palazuelo) que desde que pisó nuestra ciudad en el 2006, se enamoró al instante de ella y como recompensa, a través de su empresa ARTE EXPRESS Y COMPAÑÍA, montada hoy en la calle Miró quesada; decidió invertir en algunos viejos edificios y casonas abandonadas alrededor del damero de Pizarro, para luego convertirlas en joyas arquitectónicas. Tampoco nos olvidemos del tradicional pasaje Santa Rosa que alberga a la veterana galería Pancho Fierro, y qué decir del señorial pasaje Los Escribanos, ubicado enfrente del Correo Central, que además de invitarnos a tertuliar en sus distintos cafés y restaurantes, nos engríe con “El Virrey” de los Sanseviero (clásica librería). Por otro lado, debo admitir también, que en esta nota estoy omitiendo otros importantes lugares, (museos, iglesias, teatros, salas de recitales, conventos, etc.) pero aunque no lo hago de mala fe, confieso que lo poco que he reseñado, hizo que en algún momento se me acelere el pulso.
Finalmente, con todo su permiso maestro Salazar Bondy, donde se encuentre, mis más profundos honores para usted y para su valiosa publicación, que con mirada crítica, también planteó propuestas esperanzadoras; pero permítame responderle que ahora deberá ser: “Lima… La no horrible”.