Después de haber disfrutado un buen chifa, fuimos volando a casa para ver la final de la copa mundial de Sudáfrica. Solamente Stefano y yo, echados en mi “matrimonial” vimos como una España pretensiosa, alimentaba la maldición que perseguía a Holanda (la de llegar tres veces a una final, sin lograr el título), para así poder llevarse la copa a tierras chapetonas. En realidad, Stefano gozaba del partido frente a mi moderno LCD. Pero yo pensaba… “qué cojudez”. Partidos fueron los que yo gocé viéndolos en Argentina 78 y en España 82, en esa época, los que teníamos televisor éramos los “bacanes” del barrio, y las calles se convertían en pueblos fantasmas a la hora que se emitían los partidos de nuestra selección bicolor. Recuerdo que el tío Julián organizaba entre sus “patas”, entre ellos “el chupacalato” (le decía así porque siempre “chupaba” gratis) la reunión previa al partido, preparando el poderoso cebiche de bonito, acompañado de la infaltable “Pilsen callao”. Allí se daba rienda suelta a toda clase de expresiones; desde gritos eufóricos con mentadas de madre, hasta ataques de carcajadas. Pues, no era para menos, la selección de aquellos tiempos sí que le “paraba el macho” al favorito. Claro que, algunas veces el “no pasa nada” de Martínez Morosini nos caía “chinche”, y muchos pensábamos que era un “salado”; por eso mejor preferíamos el “ya vienen los goles de Cubillas” del buen Pocho.
Felizmente, frente a mi casa existía una sala de cine, y además de estreno; y en pleno mundial de España se proyectaban algunos partidos favoritos. Además ya había llegado la televisión a color en el Perú, y casi ninguno de nuestros padres aún podía adquirir un televisor de esos. Pero cerca de mi casa nos íbamos a “la Totorita”, que era una “barriada” muy temida por la cantidad de “choros” que la habitaban. Pues allí, en una casa a medio construir, tenían un Sony Trinitron a color de 21 pulgadas, que nos bendecía a todos los que pagábamos por ver los partidos de la selección. Después continuábamos con la fiebre mundialista, al intercambiar los cromos (figuritas), que juntábamos entre la mancha, pues era la editorial Navarrete, quién nos tenia al día con sus famosos álbumes. Yo por ejemplo, intercambiaba a los hermanos Van de kerkhof por Mario kempes, y buscaba a Muñante y a Velasquez, por Michel Platini o Paolo Rossi. Otros tenían 5 Zicos, 4 Rivelinos, y muchos Cuetos.
Mundiales hubo y mundiales vendrán, pero lo que no se puede negar es que nuestra actual juventud, cada vez vibra con menor intensidad a la hora de ver un partido de fútbol mundialista. Pues, quizá el mejor partido para ellos, será jugarlo en las redes sociales como el facebook, o el hi5, o los juegos en línea. No obstante, el hecho de que nuestra selección no pueda siquiera aspirar a participar en algún mundial, tiene mucho que ver.
Por ello, los adolescentes de hoy, por más que se sientan soberbios de dirigir virtualmente a Messi, Ronaldinho, o al propio Beckham, en el Winning Eleven del PSP (PlayStation Portable), nunca experimentarán lo que fue saborear en cofradía la fiebre del mundial, con sus desdichas y alegrías, a tal punto de vivir en un mundo paralelo de ilusiones, que en muchos casos marcó nuevas personalidades, y en otros, ¿por qué no decirlo?; ciertas frustraciones.
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