martes, 24 de junio de 2014

LORENZO PALACIOS "CHACALÓN" A VEIINTE AÑOS DE SU MUERTE

Lorenzo Palacios "Chacalón" 



Hoy en su tumba del cementerio El Ángel, como todos los años los cerros deben estar bajando para congregarse y rezarle una plegaria.

Un día como hoy, hace veinte años, se fue el faraón de la cumbia tropical andina, Chacalón. Lorenzo Palacios Quispe cerró sus ojos por última vez en una ingrata habitación de la clínica Javier Prado, a causa de una complicación generada por la diabetes.

El chino como le decían sus amigos del pasaje Bondy en el barrio del cerro San Cosme, surgió de sus avezadas calles cuando niño, e iba cantando huaynitos con humita en mano en los alrededores de Manzanilla, pequeño palomilla de los emergentes olvidados, supo guapear a la pobreza junto a su mama Olimpia que cantaba y bebía como las bravas para sacar adelante al resto de sus hermanos (sumaban 15).

El mito aún estaba lejos de alcanzar su condición, y de ostentar su mayor culto, porque faltaban transcurrir esas interminables horas como pájaro frutero, y vicioso de las pichangas futboleras como buen hincha de Alianza Lima, porque, en vez de estudiar modosamente la “materia” en las aulas, él “tiraba” “tapia” y arrancaba veloz del colegio, para “recursear” un billete, haciendo de “campana” en un eventual “laburo”; no por algo, estuvo de “canero” en “Luri” por dibujarle un “chuzo” en la cara a un “tombo” en retiro.   

Chacalón le entraba a todo, fue maestro zapatero, y hasta cosmetólogo, incluso fungía de sastrecillo amateur, y él mismo se cosía su aturquesado vestuario que en las tardes domingueras musicales lucía en los “templos” o “chichódromos”, llámese la Carpa Grau, Así es mi tierra, y Mi Huaros querido, luego de las primeras incursiones en los estacionamientos del centro histórico.

Quién podría olvidar el “tate-quieto”, o “revolcón” que le dio a Vico y su grupo Karicia en un esperado mano a mano en el local Así es mi tierra de la avenida México. Chacalón y la Nueva Crema hacían prevalecer una vez más entre los faites el imperio de sus letras y su voz.
Lima se encontraba en una especie de “sancochado” de tendencias y modelos a seguir. Por un lado, mientras la música Chicha, y la Salsa pugnaban por las preferencias del público más popular; en otras zonas dizque más “decentes” luego de haber seguido por años a vocalistas extranjeros como Tom Jones con su She´s  a Lady”, y a James Brown; ya un poco después, a inicios del año ochenta, dichos segmentos veneraban hits como “Born To be alive” de Patrick Hernández, y “Stayin´ Alive” de los Bee Gees.  

Dice la anécdota, que cierta noche sanisidrina en la discoteca de moda de la avenida Camino Real “El Mediterráneo” (cuya propietaria era la top model Susy Dyson, mamá de Kina Malpartida) Mick Jagger, que en esa ocasión andaba por Lima, punteaba con la guitarra de Elsa María Elejalde, algunos temas inéditos unplugged;  mientras que, “Al otro lado del verso” en el cono más este y olvidado de la ciudad, La Nueva Crema y papá Chacalón arrasaban con la preferencia del 60% de habitantes de la capital, encontrando además, entre sus mejores aliados al líder de las ondas: Radio Inka, que se encargaría de hacer llegar la Chicha a los rincones más insospechados del territorio nacional. Mientras, los más hogareños encendían sus teles entusiasmados por la reciente llegada de la televisión a color para ver “Tulio en América a Cholo Color”, cuyo marco musical que daba inicio al programa cómico, no podría ser otro que “Muchacho Provinciano”  ---Me levanto muy temprano, para ir con mis hermanos, ayayayay, a trabajar---

Lorenzo Palacios Quispe le cantaba al héroe anónimo, al ambulante, al chofer de camiones, al cargador de la Parada, a ese bicho que venía de provincia y era pisoteado por el capitalino alienado que usaba bluyines marca Wrangler y tomaba el cappuccino en el Indianápolis de Miraflores; sin embargo, el tiempo, y los años fueron el mayor antologador que le dio la razón a esa raza emergente. Hoy, por ejemplo, el millonario emporio de Gamarra sobresale gracias a ellos.

El chino, siempre fue de pueblo, y aunque algo achori en el andar, en el modo de hablar y hasta en la forma de calzar sus rojos “macarios”, y el “diolén” acampanado,  también se mostraba humilde y amigable. No olvido lo que para mí fue fortuna y anécdota, (Yo de niño colgado entre los cables de los techos, mismo Hombre Araña) el hecho de verlo ensayar en casa de Víctor Casahuamán y su grupo Celeste, en un rincón del barrio del Rímac, allí enfrente del cine Latino.

No obstante, esa indolente tarde del 26 de junio de 1994, se mostró más gris que nunca, una multitud de gente apenas podía ingresar a través de los amplios accesos del cementerio El Ángel para despedir a su “Santo”. Se dice que fueron alrededor de 60 mil personas, sin embargo, los registros fotográficos y audiovisuales nos hacen creer que fueron casi cien mil. Fue un hecho sin precedentes, nunca antes un mortal común, ni el más poderoso de los políticos, o socialités peruanos había convocado luego de su muerte a una multitud similar.  

Así, la “Chicha” del Chino-Faraón-Papá-Chacalón, pese al resto de invasiones de géneros extranjeros, se inmortalizó en nuestros sectores urbanos, tanto en los canallas, como en los más refinados y enajenados; lo que generaría cobrar la categoría de ícono nacional. Para muestra, ahí tenemos, por ejemplo: la miniserie de televisión El Ángel del Pueblo (2005); la fusión/reinvención a latín-jazz tropical de “Muchacho provinciano”  de parte del grupo alternativo Bareto (2008); la familia Urcuhuaranga, parientes ascendentes del grafico-cartelista Elliot Túpac fue una de las primeras en inmortalizar los fosforescentes afiches alusivos a sus conciertos; y está también, el reciente ganador del reality Yo soy, Juan Carlos Espinoza como el nuevo Chacalón. Incluso, ha nacido una especie de merchandising criollo al encontrar en los comercios del jirón Quilca al personaje-héroe Chacamán, estampado en camisetas de algodón. Por otro lado, la viuda Dora Puente tajantemente le dijo no a la alcaldesa Villarán, al hecho de hacerle una plazuela a su nombre en el reciente trabajo de construcción, no concluido aún, del Parque del Migrante en La Parada.

Cabe señalar con cierto enfado, y en contraposición al culto Chacalón, que hace algunos años nació un repugnante baile denominado Perreo chacalonero.  

Chacalón para muchos ya es un Santo, incluso en un bar cultural de Barranco ya tiene su altar, en el que se le prenden velas en señal de tributo. Sin duda, hoy en su tumba del cementerio El Ángel, como todos los años los cerros deben estar bajando para congregarse y rezarle una plegaria.




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